Auto-cine

Bajé a la panadería en la Wagoneer. Los panas estaban sentados en la esquina tomando tercios y me invitaron, les dije que cuando subiera. En el camino de regreso, pasando por la Caracas vi caminando a la hermana de una ex, vestía unos jeans ajustados, camisa blanca con detalles negros, calzaba unos Vans cuadriculados, la reconocí por la forma de caminar y ese bonito culo que se gastaba.

Eran tres hermanas guapas, salí un tiempo con la del medio cuando estábamos en el liceo. Ella era la mayor, así que amablemente le di la cola hasta su casa. Era viernes 15 y había mucho loco suelto en la calle. Ella venía de clases desde Maracay, reduje la velocidad y pase muy cerca, le dije que subiera, y aceptó, me soltó «hola como estás, tiempo sin saber de ti». Me agradaba su voz, su peinado punk -como el mío-, su piercing en la nariz, y sus nalgas, claro está. Vivíamos en El Limón, un pueblo en el cual todo el mundo se conocía por las buenas y/o por las malas… “pueblo pequeño infierno grande”

Me preguntó por qué habíamos terminado su hermana y yo, le dije que no me había portado muy bien, que había ido a la playa con los panas, y al regreso ella me botó, «cosa de muchachos», afirme. Se rió. Unos minutos en silencio. Le pregunté cómo estaba. Me dijo que fastidiada, que le gustaría ir a la playa, al cine, a bailar, pero que sus amigos eran muy aburridos, y ¿ven? ¡Me la puso fácil!.

Faltaban unas cuantas cuadras para llegar a su casa. Me paré en la bodega “La Salamanca” frente al Grupo Escolar, compré un par de cervezas y le invité una. Se rió y se acomodó en la camioneta, me preguntó que si iba a la playa con frecuencia, ella sabía que sí, pero le respondí que no, que casi nunca. Se rió una vez más, negó con la cabeza, y me soltó que era muy divertido, y yo le dije que ella era muy guapa. Tomó cerveza, dos tragos seguidos, se sonrojó y yo también. Llegamos a la entrada de su casa, terminamos las cervezas tranquilamente, sin apuro. Tal vez hablamos de los mangos verdes de su casa, que con sal eran divinos, en Radio Satélite «la estación de la dos capitales» sonaba un clásico de The Police… «Do Do Do Da Da Da…»,  y le pregunté si le gustaría ir al cine, se le abrieron los ojos, se alegró evidentemente, dijo que sí. ¡BINGO!

Eran cerca de las 6 de la tarde, le dije que la buscaría en dos horas. Me dio un beso en la mejilla, las gracias por la cola y la cerveza, bajó de la camioneta, subí volando por la Circunvalación, esquivé a los panas de la esquina, será para más tarde que tenía que llegar a la casa, le dije al viejo que iba al cine con una chica, me aprobó picándome un ojo, mi vieja se puso las manos en la cintura y respiro fuerte. Abrí El Siglo, revisé las opciones cinematográficas, nada de nada, nada interesante, que vaina, y en el último recuadro aparece «Calles de Fuego» de Walter Hill función continuada en el Auto-cine Maracay y a cinco bolos. ¡Esa es la que es! Subí al cuarto, me duché y vestí, bajé por el callejón y aún estaban los panas allí libando, pero no les di tiempo ni de revirar, seguí mi camino, llegué, me estacioné y esperé que saliera… Se abrió la reja, veo que sale ella con su hermana menor, y me digo «nojodaconlamparita». Suben, ambas saludan en coro, prendo el motor, de mala gana arranco, ella me dice muy seria y pícara, la podemos dejar en casa de mi abuela, cerca del CADA, y después vamos al cumpleaños de tu primo allí en La Soledad. «Si claro, ¡con gusto…!»

Había una función que comenzaba a las 9 y 15, así que teníamos tiempo suficiente, rápidamente dejamos a la menor. Ella quería poner música, tenía un TDK en la mano, era un mix de la época: Devo, Ramones, Madness, Men at Work, entre otros, muy buenos tracks que disfrutamos en la vía, compramos cigarros, y cervezas, ella no sabía qué veríamos, ni a dónde iríamos, cuando entre a la Av. de Las Delicias, voltea emocionada y dice «vamos al auto-cine», le respondo que sí, se emociona más, y sube el volumen, reímos. Llegamos a la entrada y ve el cartel del cine “Calles de Fuego” allí me salta encima, me da un piquito sin querer y dice “quería verla desde hace meses”.

Hicimos la cola, pagamos los tickets, compramos cotufas, y tres perros calientes. No había mucha gente, -claro era viernes- todo el mundo andaba en otra vaina, apenas una docena de carros, así que buscamos un sitio tranquilo y sin vecinos. Estacioné la camioneta en retroceso, acomodamos el asiento trasero como un sofá, instalé el parlante y nos acomodamos. Primero los perros, cerveza, veíamos los trailers y las cuñas  detenidamente.

Ella vestía unos jeans negros, no eran los mismos de hace rato, pero igual de ajustados, de la cadera hasta los tobillos, se cambió la camisa por una blusa manga corta. Dejaba ver un cuello divino, ahora calzaba unos botines Romano, cabello negro corto, rapado a los lados, arriba largo y libre, ojos grandes, saltones, no podían ocultar nada, siempre decían algo, boca pequeña, apenas con algo de brillante en los finos labios. Sabia que tenia un bello cuerpo, una vez la vi en la playa, tenía abdominales marcados, tetas medianas, bella silueta y era coqueta al caminar.

Se terminaron los trailers, ya comenzaba la peli.

La vimos desde la A hasta la Z sin movernos, se nos olvidaron las cotufas, fue todo un descubrimiento, emocionante, musical, amor, peleas callejeras, pandillas, pasión, sexo, de todo, estábamos mudos, sumergidos en las imágenes y en el tema «Nowhere Fast». Cuando aparecieron los créditos finales nos acercamos, respiramos, no dijimos nada. Comenzaron a irse los carros, nos quedamos allí… no queríamos saber nada, si no seguir allí dentro de esa película.

Te acomodaste en mi pecho, y con tus dedos me tocaste los labios, te pasé mis dedos por la cabellera, acaricié las partes rapadas, y nos besamos lentamente. Recuerdo, tu aliento a Salvavidas, recuerdo tus manos nerviosas que buscaban mis besos, mis ojos, y mi cuello, las mías andaban aún ocupadas en tu cabellera, te senté sobre mis piernas, frente a mi, y nos vimos por unos instantes, no dijimos nada, seguimos en los besos, más ardientes y más profundos, éramos torpes, eran nuestras primeras veces, nos besábamos abrazados y dábamos vueltas en la parte trasera de la camioneta.

Abrieron la puerta para la última función de la tanda continuada, entraron solo cuatro carros con sus respectivas parejas, nos quedamos en el mismo sitio, alejados de todos. Fuimos al baño, besándonos a cada rato, en cada lugar posible, al regreso llegué primero, cerré la compuerta trasera y puse la radio muy baja, apenas perceptible, llegaste y fuiste directo a mi boca, aproveché para deslizar mis manos por tu espalda, la acaricié, sentí como se te erizaba la piel, no había sostenes, pase una mano al frente y descubrí tus tetas con los pezones erguidos, los toqué y me los imaginé en la boca. Me agarraste una nalga primero, después las dos, me apretaste hacia ti. Volvimos a la parte trasera de la camioneta, extendí los asientos y era una cama perfecta para dos ardientes aprendices, comenzaron los trailers. Esta vez repáramos en otros objetivos más carnales y divertidos, sonaba en la radio “Algo Eléctrico” de Aditus, me quité la franela blanca, me acarició el pecho dulcemente, como contando mis pecas, le desabotoné la blusa, la abrí lentamente, estaban allí: dos bellas tetas medianas, con los pezones erguidos rosados pidiéndome que los chupará, y así lo hice. Se acostó sobre su espalda, estiró los brazos hacia atrás y se dejó hacer. Mientras le besaba y succionaba una teta, a la otra la acariciaba, ella se despojó de sus botines, de sus medias, y luego abrió mi correa, metió las manos por detrás, alcanzó las nalgas, primero las apretó con fuerza, luego las acarició, dejó una mano allí y la otra fue a parar en mi cuello, me trajo hasta su boca, nos besamos, nos acariciamos con las caras, los vidrios ahumados de la camioneta estaban empañados, nadie nos podría ver.

Respiró profundamente y me dijo “quiero hacerlo aquí, ¡ya!”. Me encantó, ese fue el detonador, bajé los seguros, nos quitamos los pantalones rápidamente, nos vimos, aprobamos y nos despojamos de la ropa interior, nos acostamos uno junto al otro, mi mano derecha comenzó en tu cintura, subió lentamente hasta llegar a las tetas, las acaricié y le di vueltitas con un dedo a tus pezones.

Tú comenzaste por el cuello y terminaste en mi pene, bajé hasta tu sexo, estaba húmedo, lo acaricié en círculos, me diste un par de instrucciones que cumplí, aprobaste con tu cuerpo y sonrisa, fuiste por mi, tocaste primero el glande, el cuerpo, el tallo y de último las bolas, abriste las piernas y me deslicé sobre ti, se escuchaban los primeros diálogos de la película afuera y adentro del auto un tema de B’52, fui despacio, creo que es uno de los mejores momentos del sexo, ese de los primeros instantes o centímetros de penetración con alguien que apenas estás conociendo sexualmente.

Nos veíamos fijamente, tú acostada, yo frente a ti, mis manos en tu cintura, tus piernas abiertas, tus manos en mi pecho, abriste tu sexo, fui lentamente, seguíamos viéndonos, allí en ese instante se traducía todo al placer, el coqueteo, las ganas desde el primer instante. Cuando llegué a lo más profundo te acomodaste y pasaste tus piernas entre las mías, comencé a darte suave, y luego más rápido, inclinaste tu cintura, me hundiste tus uñas entre el pecho y la espalda… sonaron unos cristales rompiéndose, paramos un instante, era una pelea en un bar, sucedía en la película, reímos, volvimos a lo nuestro, me apretaste con las piernas, hice lo propio con tus caderas, las agarre duro, y nos movimos al mismo tiempo, con ritmo, íbamos y veníamos, acelerábamos, bajábamos la intensidad, nos disfrutamos, te pedí que te pusieras en cuatro, obedeciste, aprecié tu culo divino, bellas nalgas, tersas, las agarré, les di unos besitos, me acerqué con las rodillas, te pusiste a tiro, y nuevamente ese instante divino, apretaste la cuca, lo sentí, fui despacio seis veces y después aceleré, sin parar… gemiste profundamente, y me pediste que te penetrara despacio, obedecí, temblabas, tus piernas se movían, tu cadera también, te mordiste las manos, te chupaste los dedos, agitaste tu cabellera, y me invitaste a seguir con un gritico entre dientes “dale, dale, dale…” te habías venido una primera vez. Seguí con ritmo sostenido, me faltaba poco, te apreté por la cintura hacia mi, te agarré por la cabellera, comenzaste a temblar nuevamente, lo saqué y me vine sobre tus nalgas, tres chorros de leche, arqueaste la espalda y sacudiste el culo, me deje caer a tu lado.  Respirábamos juntos, sudados, ardiendo, había sido un buen polvo, las imágenes de la gran pantalla apenas iluminaban el interior de la camioneta, nos besamos nuevamente, bebimos el resto de las cervezas tibias, nos acurrucamos…

Los acordes de la escena final de la película nos despertaron, entre risas nos vestimos y besábamos al mismo tiempo, organizamos un poco el nido sexual, abrí la compuerta trasera, recogí los desperdicios y a la basura, prendí un Belmont, vimos una vez más el final, los créditos, y arrancamos vía El Limón, escuchando música, uno muy cerca del otro.

Llegamos a la puerta de tu casa a la 1:48 AM, Radio Satélite lo confirmó, hablamos sobre la peli. Nos besamos y acariciamos y así pasamos horas. Llegué a mi casa a las 5:00 AM. Mi madre me lo recordó en el almuerzo.

Te llamé el sábado en la tarde, habías olvidado tu cassette y las pantaletas en la camioneta, quería devolver tus prendas, claro era una excusa para verte, me dijiste entre risas que era un regalo, que conservara las pantaletas y el cassette también, que ya tenías música y buenos recuerdos para rato.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s