Durante meses mantuvimos una relación erótica, vía chat, FaceBook o WhatsApp, compartimos fotos, audios y algunos vídeos, por separado. Y durante meses maquiné un encuentro, aprovechando un posible viaje de trabajo, les lance el anzuelo a ambas.
República Dominicana fue el destino, una vivía en Miami y la otra en Caracas, nos conocimos en la universidad, pero por esos tiempos no pasó nada, ahora gracias a las redes sociales, la picardía de una y las ausencias de la otra, logramos momentos fantásticos. Así que programé mi trabajo durante tres días y luego me quedaría tres más para disfrutar de ellas, escogí un hotel suficientemente grande para que no se encontrarán, cada quien en una habitación y yo en un bungaló alejado.
Para mí era todo un reto, físico y sexual, nunca había estado con dos mujeres al mismo tiempo y creo que como objetivo perverso no era el principal. Sencillamente quería que me vieran teniendo sexo, quería que se masturbaran viéndome con otra mujer, quería grabar todo para mis archivos audiovisuales. Y el resto sería cortesía del azar.
Una muy puta, así le encantaba que la llamara, en francés –pute– la excitaba más, exhibicionista, caliente, de voz gruesa, blanca, pelo negro, tetas operadas, de buenas caderas y con ganas de ser una brillante y obediente alumna.
La otra, rubia, blanca, voz suave, mirada pícara, sensible, reservada y tranquila, pero con su carga erótica también, buen cuerpo y un culo tremendo, dispuesta a vivir y experimentar otros karmas.
Pero por cuál comenzar, por la puta o la tímida. ¿Entrarían en el juego? ¿Cómo serían realmente en la cama? Los tres días de trabajo fueron eternos, mi atención estaba puesta en otras actividades más carnales que un vídeo institucional del complejo turístico.
Decidí: la tímida de primero. La busqué en su habitación, nos abrazamos sin besarnos, olía divino, estaba guapa, en mini falda, blusa y sandalias, reímos y nos fuimos a pasear por la playa, nadé, ella tomaba sol, le vi el culo, y sí, ¡prometía! Almorzamos calamares fritos y tomamos cerveza helada. Reímos mucho, recordamos los tiempos universitarios y los amigos en común, hasta ahora ni una pizca de sexo se asomó en lo que iba de día. La acompañe hasta su habitación, le pregunté «¿jugamos?» y contesto que sí, viéndome directamente a los ojos. Le di un beso, luego le acaricié la mejilla suavemente, y le metí la lengua. Me separé ligeramente y le vende los ojos, le pedí que me acompañara y asintió.
Le tome por la manos, dimos un par de vueltas por el complejo para perderla y finalmente llegamos al bungalow, abrí la puerta, le pedí que se sentará y le ofrecí algo para beber, se mantuvo serena, tranquila, encendí mis tres cámaras ocultas y comencé a grabar. Me preguntó qué donde estábamos, me acerqué y le quité la venda de los ojos. Estaba rosada, abrumada, nerviosa, respiró profundo y se tranquilizó, le di un tequila, lo tomó de un solo golpe y respiró nuevamente profundo, se abanicó con las manos la cara. Se levantó, con las manos en la cintura dio una vuelta de reconocimiento, se sirvió otro tequila, de un saltico se subió y se sentó en la mesa, se lanzó el shot, y nuevamente se abanicó con las manos, se amarró la cabellera y dijo «lindo sitio». Me acerqué por detrás, y le besé la espalda, le acaricié el cuello, y la besé nuevamente, me excitó, ella estaba encendida.
Se despojó de las sandalias, de un manotón le arranque la mini falda y el traje de baño, ella se quitó el sostén, se bajó de la mesa, y fue directo a mi pene, me bajó el short, lo miro por algunos segundos, lo acarició, me vio y dijo «le tenía tantas ganas», comenzó a acariciarse la cara con él, la agarré por el moño y se lo metió en la boca, se lo metió hasta el fondo de su garganta, repitió esto unas quince veces, se lo sacó, se puso de pie y se volteó, le vi el culo, su arma mortal, y comenzó a darme masajes en el sexo con sus nalgas, al mismo tiempo se tocaba las tetas y la cuca, la agarré por las caderas y se pegaba más a mí… que vaina tan divina. Le agarré las tetas, la acaricié y le toqué la cuca, de piel suave, apenas con unos vellos cortados a la tijera, encontré el clítoris fácilmente, estaba duro, se lo toqué, y paró el masaje de culo instantáneamente, se dejó hacer, abrió las piernas y gimió divino, alborotada respiró, sacudió la cabeza, se agarró con fuerza las tetas y se tocó los pezones. La separé de mí, la volteé, la incline é contra la mesa, y vi las nalgas en su máximo esplendor, las acaricié suavemente, le besé la espalda, paró el culo, le di una sonora nalgada y abrió su sexo para mí, la penetre suave, muy suave, gemía y respiraba desordenadamente, le di dos adentro y tres afuera, rápido tomo el ritmo y comenzó a respirar igual, le agarre las nalgas con fuerza y fui lo más profundo que me permitió, «mueve el culo» le susurré a la oreja y así fue, bello culo y que manera de moverlo. Aterrizamos en el piso, ella sobre mí, me atrapó las manos con las suyas, apenas apoyada en sus rodillas hacía círculos sobre mí, mientras se mecía como un columpio, Loto o Cayena, no sé que nombre de flor tiene esa posición, lo que sí sé, es que ella es la reina de esa práctica ancestral. Paró, abrió los ojos y me miro fijamente, marcó una sonrisa en sus labios, apretó la cuca, respiro y apretó más, exhalo, me soltó los brazos, extendió los suyos al aire y se vino con un orgasmo profundo, silencioso y placentero. Esperé que volviera en sí, respiró, y me vio nuevamente. La tomé por la cintura y la volteé, quedé sobre ella, la acerqué hacia mí, subió las caderas y la penetré, sonrió, y me dijo «dame», la agarre por las piernas, y le di, me acariciaba el pecho, me pellizcaba las tetillas, me agarró las nalgas y me acarició el ano con un dedo, me excite más y le di con todo, sin ritmo, sin orden, con todo, estaba muy cerca y ella lo entendió, apretó la cuca, la miré, lo saqué y le acabé encima. Se untó el semen por el cuerpo, por las tetas, su cuello y cara, se lamió los dedos. Me tumbé a su lado y gemí de placer. Ella fue hasta mi pene, lo acarició y se lo llevó a la boca, le dio besos y caricias, hasta que volvió a su tamaño normal.
Retozamos un par de horas, y luego nos fuimos a nadar al mar. Más tarde cenamos y la deje en su habitación, le entregué un sobre con una invitación a un curso de yoga.
Al mediodía del día siguiente fui por la puta, me esperaba algo nerviosa en uno de los bares del hotel, la asusté y se rió a carcajadas, andaba en jeans, franela blanca, sin sostenes, y unas zapatillas Kicker’s, nos saludamos con gusto y abrazos apretados, pedí un Bloody Mary, le pregunté «¿jugamos?» se rió y dijo que con gusto, terminamos nuestros tragos, le dije que me siguiera, la llevé a una sala de proyecciones privada, con una gran pantalla y súper audio, cerré la puerta para tener privacidad, introduje un memoria USB en el aparato, apague las luces y play. En la noche hice un montaje de las mejores imágenes con la rubia, hice lo posible para que no la descubriera al principio. Le dije fue ayer, aquí, y hoy te toca a ti, te haré lo que siempre has deseado de mí, seré pervertido y te filmaré como a ella. Suspiró, ella estaba atenta a cada imagen, parecía saborearlo todo, respiraba tranquila… No se mueve, asiente obediente, con cada una de mis frases. «¿La conoces?» le pregunte, lo negó, le dije que sí, asintió. Callé y la deje disfrutar el resto del vídeo. Aparece la cara de la rubia en pleno orgasmo idílico. Fin. La puta se voltea, me ve y me suelta «te la cogiste aquí?» y respondí que sí. Prendí las luces, recuperé la memoria USB, me senté a su lado, le agarré la mano y saltó. Le di la venda y le pedí que se tapara los ojos. Risas nerviosas y aceptó, igual le di un paseo hasta el bungaló. No hablamos durante el trayecto.
Llegamos, abrí la puerta, la llevé hasta la sala, la senté en un taburete, le quité la venda, y se quedó con los ojos cerrados, y me dijo «pervertido… divinamente pervertido… Tengo miedo». Hice silencio, abrió los ojos y vio hacia todos los lados, volteo, se paró, y se sentó nuevamente, vio la mesa que estaba a su lado, descubrió mis juguetes, tres cámaras, un anal plug, mentol chino, un aro para el pene, látigo, una correa delgada, vendas y esposas. Se alegró, se paró y dio brinquitos hacia mí, me besó.
Le dije que me sirviera algo, obedeció, mientras tanto preparé las cámaras y comencé a grabar, prepare las vendas para atarla, coloqué mis juguetes uno cerca del otro, en orden. Regresó desnuda y con un ron en las rocas para mí. Las dos tetas grandes, caderas amplias, cuca rapada, dio la vuelta para que la apreciará completa, con una seña la invité a sentarse en la mesa, la rodeé, me puse detrás de ella, le recogí el cabello, le hice una cola, le besé el cuello. Me levanté, la agarré por la cola, y la puse en cuatro sobre la mesa, verifique que quedara a buena altura ante el ángulo de las cámaras, pasé las vendas por debajo de la mesa, le amarré las manos primero y después los pies, luego até los codos y las rodillas, ya casi estaba inmóvil, me senté al borde, la acaricié las nalgas, la espalda, le toque las tetas, le pasé la correa delgada por el cuello, y apreté un poco, se le erizo la piel, me levanté y me ubiqué atrás de ella, paró el culo, le di una nalgadita suave, sin malicia, y después un latigazo… dos… tres y el cuarto en la espalda. Apreté la correa, arqueó la espalda y le di una nalgada. «¿Te gusta?» pregunte, afirmó con cara de puta, pausa, un sorbo de ron, me calé el aro en el pene que ya estaba poniéndose duro, se lo mostré, le unte mentol chino en las marcas rojas de los latigazos y comenzó a arder, dejé caer el anal plug en una hielera, apreté la correa y le dije al oído te voy a coger por el culo, y dijo «sí», me coloqué detrás de ella, le abrí las nalgas, le escupí el culo, arqueó la espalda, y se lo metí, suavemente, un poco, apreté su cuello con la correa, se lo metí otro poco y jale fuerte la correa, aflojo el culo y la penetre sin lástima, conté hasta tres y solté la correa, grito de placer, gimió de rabia, temblaba. La puta estaba atada, domada y obedecía, le di con gusto, exactamente como yo quería y como ella se lo imaginó varias veces para masturbarse. Le di un rato más, la agarré por el cabello y le levanté la cara, para que se viera bien en la cámara, en el espejo y tener un lindo recuerdo de ese momento. Se lo saqué y le metí el plug frío y embadurnado de mentol, grito. Me puse al frente, le di una cachetada suavecita, y le metí el pene en la boca, la agarré por el moño y la cogí por la boca, me volteé y le puse el culo en la cara, me lo beso y chupo, pausa, otro sorbo de ron. Me senté al frente de ella y tomé fotos, de cada ángulo, detalle y posición, de su cara, del plug, de sus tetas que rozaban la mesa, y de su cuca mojada, húmeda, goteaba.
Agarré un pañito, lo remoje en la hielera y comencé a enfriarla, se lo pase por todo el cuerpo, pedacito por pedacito, cada ángulo y comisura, remojaba el pañito en el agua fría de la hielera, y continúe, hasta que la sentí temblar de frío, le solté las manos, los brazos y la esposé con las manos en la espalda, le di un latigazo con él pañito enrollado y gimió. Me coloqué detrás y le entré por la cuca, suave, lentamente, y respiró profundo, con una mano movía el plug y con la otra la tiraba por las esposas, le di un rato así, luego recuperé la correa delgada, la pase por su espalda, como una caricia, y la até a las esposas detrás de ella, la tenía a mi antojo, y le dije que contaría hasta diez, que quería escucharla gritar de placer, que quería un orgasmo al número diez. Conté, y mientras lo hacía aceleraba el ritmo, cuando dije ocho, sé que estaba a punto de estallar pero se contuvo, al número diez entré profundo y esperé, levantó el culo, arqueó la espalda y se vio, me vio en el espejo de frente, respiró y dijo «aquí estoy» se vino, acompañó el orgasmo con cortos gemidos y risas de placer, mientras se veía en el espejo. Yo estaba a punto también, se lo saqué y con dos pasos me puse frente a su cara, le dije «toma» y abrió la boca, los ojos y le eyaculé con placer en su cara, todo, se lamía con los labios. Respiré profundo y le di un cariñito de chica buena, le saqué el plug, tomé mi cámara fotográfica y le hice algunas imágenes de su cara, me senté frente a ella, sin decir nada. Dijo «gracias».
Nos fuimos a la playa, nadé un buen rato y la dejé tomando sol. Regresé al bungaló y me puse a editar los vídeos.
Al día siguiente las cite a las dos, en el mismo sitio, a la misma mesa, llegaron a tiempo, bien ataviadas y dispuestas, yo estaba oculto, viéndolas, disfrutando el momento, se saludaron, rieron y se sonrojaron, se abrazaron como amigas. Llegó mi mensajero, con un sobre para las dos, lo abrieron y leyeron «¿jugamos?», sin duda aceptaron y leyeron las instrucciones, caminaron hasta el bungaló, abrieron la puerta, entraron. Sonreí, tomé mi tiempo, caminé tranquilamente hasta la recepción, tomé un taxi y me dirigí al aeropuerto. Tome el tiempo, calculé que ya había terminado el vídeo, y les envié un mensaje a las dos.
¿Nos vemos el año que viene?
Imposible dejarme así y esperar un año para volver a jugar, además, hay que cambiar el rol… 😉🖤
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