Primaveral

Acordamos vernos una vez más en primavera. La vez número cinco sin interrupciones. Nos conocimos en el matrimonio de una amiga, en Aigue-Mortes, un pueblito al sur de Francia. Más de ciento cincuenta invitados, todos se parecían, nosotros tropezamos en el elegante jardín viendo las esculturas de hielo y coqueteamos un poco. Tú con los tacones en una mano y una copa en la otra, yo tarareando La Macarena en smoking y calzando unos Vans, nos robamos un par de botellas de champán y conversamos largamente, bordeando las ruinas fortificadas del pueblo. Esa madrugada nos sorprendió un aguacero y corrimos a refugiarnos en mi hotel. Todo fue muy rápido, alocado, sin tiempo para reflexiones, era placer inmediato y punto. No recordamos mucho de esa noche, sólo que la pasamos muy bien.

Como era habitual nos organizamos vía email. Reservé una habitación en las afueras de Bilbao, estaría en la ciudad por una semana de trabajo.

Llegaste tranquila, apenas me miraste, dejaste el equipaje, no dijiste nada. En silencio te desnudaste frente a mí, sin pena alguna me mostraste las nalgas, te mostré las manos, y con un beso decidiste con cual dedo te penetraría. Te pusiste de espalda, te inclinaste hacia adelante y dejaste el culo abierto para mí y para ese dedo que escogiste. Tomé agua, te ofrecí. 

Me acomode en la butaca, respiro lentamente, me acompañas en la respiración, me ves en el espejo y picándome el ojo consientes, te penetro suavemente con el dedo, te ves en el espejo, te veo y sonríes, sonríes con los ojos abiertos y los cierras sintiendo. Te acaricio, te palpo, una nalgada, te gusta, ronroneas. Sin que te des cuenta activo una video conferencia con una amiga en común. Ella te ve y yo te veo, pero tú no te das cuenta de nada, y eso me excita. Te pregunto que si puedo filmarte, con los hombros responde que no importa, ahora te beso las nalgas y te lamo el culo, me detengo, tomo aire, espero un poco, pregunto que si dejarías que alguien nos viera, respondes atrevidamente, “claro, contigo puede pasar de todo, pero si es un desconocido mejor”, sonrío y me ves por el espejo, digo “hola, mira a quien me voy a cojer”, y te das cuenta de que ya había hecho la llamada. Te perturba por unos instantes, luego aceptas, es parte del juego, ella sonríe y te dice “Él es un pervertido y lo sabemos”. No reconoces la voz, y niegas con la cabeza. Sigo, te toco, te acaricio y te masturbo, pido que te vengas para ella, que te vea, y ella hace lo propio, sé masturba viéndonos, ella nos dice qué hacer y nos agrada, hace una pausa para venirse y me pide que te dé por el culo… lo hago, entre respiros de placer y gemidos tú preguntas “¿quién es?”. Silencio. Ambas están a tope, ella ve detenidamente, y lo disfruta, tú arqueas la espalda y te vienes, lo saco y te acabo en la espalda, luego te muestro la pantalla y descubres quién es. Te da rabia al principio, te molestas, ella sonríe, y pregunta “¿ves que es un pervertido?”, se saludan…

Al día siguiente nos despedimos en el bar, y nos dimos cita para el próximo año, tal vez entre tres, ella, yo y nuestra amiga en común, la del matrimonio en Aigue-Mortes, que ahora es soltera nuevamente.

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