Curso a domicilio

Para ganarme la vida en París, entre otras cosas, he impartido cursos de montaje de vídeo en institutos y a domicilio, tanto para jóvenes, profesionales como para estudiantes de publicidad y también a particulares. Una pareja de homosexuales de New York, excelentes clientes, pero terribles alumnos, con cierta confianza, me recomendaron con una amiga de Los Ángeles, léase LA. Ella tenía un problema con un vídeo y necesitaba ayuda urgente. Las urgencias normalmente las pagan bien y la gente acepta cualquier solución también «urgente».

Fue en mayo. Ella vivía en una zona muy chic, cerca de Trocadero, en un edificio de apenas cuatro pisos y en un apartamento con ascensor privado. La puerta se abrió automáticamente y estaban dos poodles blancos esperándome. Escuche en francés con acento gringo (simpático) «entrez, entrez!».

Estaba en ropa deportiva, sudada, venía de hacer no sé cuántos kilómetros en su salón de entrenamiento. Estaba buena, cinco años mayor que yo, pero aparentaba diez menos, rubia, de un metro setenta, ojos claros, voz y expresiones simpáticas, dos tetas visiblemente operadas, pero no enormes, con pecas en los hombros y algunos lunares, el sueño americano encarnado… Lo único que no cuadraba era una cachucha… “por lo menos le iba a los Lakers”, me dije.

Ella también me estudio rápidamente de arriba abajo, e hizo un gesto con la boca, que a mí parecer fue un Okay!

Me pidió pasar, y que ya regresaba.

El par de perros me acompañaron hasta la sala de computadoras. ¡Plof! Tenía todos los hierros, última generación Apple. “A esta le cobró el doble por hora y de propina un polvo”.

Llegó envuelta en su bata de baño con un café para mí y unas galletitas para las dos bestias. Me obligó a sentirme como en mi casa… “imposible” pensé, y salió disparada hacia su ducha.

Regresó mejor que la primera y la segunda versión, vestida de gringa colegiala, ¡Coño que buena está! Encendimos la Mac y tardó algo de tiempo en arrancar, le comenté que había que hacerle servicio a las compus, respondió «Okay!» Con el mismo gesto de la boca de hace diez minutos. Seguimos y me explicó el problema, hablé de tarifas y aceptó, me dijo que tenía que salir en dos horas, pero que si yo podía mañana, viniera temprano para el mantenimiento de los equipos y después de almuerzo arrancábamos el cursillo intensivo. Así fue.

Al día siguiente, los dos poodles blancos me esperaban en la puerta, ella venía de hacer ejercicios. Pasé directo a la sala de «montaje» y comencé a trabajar. Apareció vestida de ejecutiva y bueno, ¡aún mejor esta versión deluxe! Me pidió excusas, pero tenía una reunión urgente y regresaba en dos horas, que me quedara trabajando en las computadoras y que al regreso, veíamos lo del vídeo.

Terminé en dos horas puntuales y pensé que ella tardaría tres, fui a la cocina por agua, y luego al baño. Al regreso, sin querer pasé por otro pasillo y descubrí una foto vertical, a escala real, de ella, desnuda, de pie, en una pose más erótica que porno. Me detuve, la miré de arriba abajo y dije en voz alta «coño, que buena está!» y a mis espaldas la escuché preguntarme «What do you say?» Me volteé y respondí sorprendido «It’s a nice picture«, había llegado cuando estaba en el baño, me vio pasar, me pilló, seguí mi camino, me sonrojé y reí.

Teníamos un par de horas trabajando, muy cerca uno del otro, ya estábamos en confianza y a punto de terminar el vídeo, era algo fácil y rápido. Era atenta, de preguntas justas y puntuales, conocía los términos así que avanzamos rápido.

Pausa para la merienda. Me ofreció té, café o cerveza, opte por la birra, cruzó las esbeltas piernas frente a mí, le dio un sorbo a su Budweiser, curucuteó el techo buscando sus palabras, se sonrojó y me soltó en perfecto español «¿Te gustó la foto?». Tragué grueso, reí, no me quedaba otra y le respondí que la foto no me gustaba mucho, pero que la modelo era fuera de serie. Le aseguré que esa posición era muy rígida, que le roba el movimiento, que el tono sepia oculta los hermosos detalles de la silueta. Abrió dos cervezas más, volvimos al trabajo, un par de horas más y terminamos. Nos dimos cita para el día siguiente, más temprano en la mañana. Le dejé tarea.

Esa mañana, antes de tomar una ducha, me masturbé imaginando que ella me chupaba.

Llegue, subí y soné, los peluches blancos no me esperaban esta vez, me dijo que entrara desde la sala, pasé y andaba aún en pijamas. Me recibió con dos besos en las mejillas y un abrazo, apenas me rozó con sus senos, me agradó. Se había desvelado trabajando en un nuevo vídeo y quería mostrármelo. Sirvió café para los dos, nos sentamos, activó la pantalla completa y play: música electrónica, muy lenta, a bajo volumen, ruido de ciudad nocturna, pantalla en negro, se escuchan pasos, una puerta se abre, aparece el pasillo con la foto de ella, pantalla en negro, y vemos apenas una silueta desnuda que se mueve a contra luz, veo sus tetas y sus nalgas en blanco y negro, la reconozco, comienzo a excitarme, me gusta el ritmo, la estética, el sonido, la cámara siempre fija, ella se desplaza, le veo el sexo a contra luz, se toca las caderas, me caliento, plano cerrado de su cara, corte sus tetas, corte sus piernas, siempre en blanco y negro, la silueta contrastada, se repite la misma secuencia en cámara lenta, se repite dos veces más, cada vez más lento, solo se escucha la música electrónica, y de pronto una puerta cerrarse, vemos el pasillo nuevamente, vamos a negro lentamente. Y la música desaparece.

Ella respira agitada a mi lado, yo caliente, con el pene erguido, difícil ocultarlo en el pantalón, ella se pasa las manos por las piernas y levanta los hombros como esperando mi opinión, no me atrevo a verla de frente, creo que me la comería de un solo beso… Silencio.

Nos levantamos del sofá. Intenté hablar, ella también al mismo tiempo, reímos y nos miramos, estaba también encendida, de reojo le vi las tetas y los pezones estaban puntiagudos, no llevaba sostenes, solo una franelita ligera y blanca. La volví a ver y la descubro viendo mi entrepierna, la agarre por la mano, le chupé el pulgar, con la otra mano la atrapé por la cintura, la apreté hacia mí, la sentí hirviendo, me agarró el pene, lo apretó y agitó la cabellera de emoción, sacó su dedo de mi boca y me besó, profundo con ganas, me mordía y lamía, la agarré por las nalgas, se las apreté, se separó un poco, cruzó los brazos y de un brinco se colgó a mi abrazándome con las piernas, era ligera, pero no débil, di algunos pasos y me senté en el sofá, le saqué la franela y comencé a chuparle las tetas, bellas, redondas, bañadas por pecas, y algunos lunares en el dorso, pezones carnosos y grandes, me quitó la franela, vio mis tatuajes y los manoseó, me apretó los hombros, me separó de su pecho y me besó otra vez, me sostenía la cabeza con las dos manos, le acarcié la espalda, me distraje en sus costados y bajé hasta sus caderas. Se levantó y se despojó del short, me recosté sobre el sofá para ver su sexo… labios delgados y rosados, de vellos finos y rubios, y un mínimo piercing cerca del clítoris.

Se subió al sofá y con cortos pasos se acercó, ajustó y me la puso en la boca, la chupé, jugué con su joya, la lengua fue hasta dentro, le mordí apenas los labios y repetí el ritual dos, tres veces… Se bajó, dio la vuelta y me mostró su mejor ángulo del culo, dos nalgas firmes, sin marcas de sol, con tres lunares en la nalga izquierda, la acaricié y pensé dar una nalgada, pero me contuve, me incorporé mientras se inclinaba, la agarré y le abrí las nalgas, le metí la lengua, se movió de placer, rió de placer, y soltó ese simpático «oooookay«, desde la garganta… Aprovechó para tocarse el clitoris y jugar con el piercing, sentí su mano rozarme la barbilla, le chupé el culo un poco más, me separé y le metí el dedo anular, lo aceptó con placer, arqueó la espalda y se vino, un orgasmo cortico, diminuto, como un ataque de hipo.

Nos incorporamos, ella se inclinó sobre el sofá, me acerqué y me grito «baise-moi, baise-moi!!!», me desnudé completamente, la tomé por la cabellera rubia y le di dos nalgadas, gritó, agarré mi pene que estaba firme, duro, la penetré, ella apretaba su sexo y mantenía la respiración, le di, me moví, ella se meneaba divino, le daba nalgadas y las recibía con placer, se puso roja, tomé mi correa y se la pase por el cuello, la apreté un poco y acepto, se quedó paralizada mientras la jalaba con la correa y la penetraba sin parar. Le pedí cambiar y me dijo que sí, le solté el cuello, estábamos hirviendo, la acosté, le subí las piernas y las manos, le até las muñecas y los tobillos, até los extremos de los cuatro miembros bien fuerte y hacia arriba, la puse a tiro, su sexo estaba apretado por la posición, sus tetas también. Me veía fíjamente, la penetré y se vino de un solo golpe, otra vez, con un mini hipo, sonaba divino, me excité mucho más y le comencé a dar con toda mi fuerza, aguanté todo lo que pude, se lo saqué, la gire y le acabé en la boca, se tragó lo que pudo y el resto se lo metí con el pene, la puse a chupar, aún amarrada sin poder moverse seguía chupando con entusiasmo.

La dejé amarrada durante quince minutos más, agarré una cucharilla de postre con mango de porcelana blanca y se lo metí en el culo, mientras la tocaba nuevamente, le dije que me gustaría que se viniera otra vez, y afirmó con la cabeza, respiró profundo, metí y saqué la cuchara mientras la masajeaba, se vino, fue un orgasmo largo que mezcló con risas y ese ruidito de hipo simpático.

La desaté, y nos fuimos a tomar una ducha juntos.

Luego, se quedó dormida en el sofá, le dejé un nota y me fui.

«Tú vídeo excelente! 10/10, pasó el martes que viene, a la misma hora, para revisar la tarea».

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